Este verano hemos hecho un alto en el camino para visitar una de nuestras bodegas preferidas de la Ribera del Duero: Carmelo Rodero.
Nos recibió Carmelo Rodero en persona, con los zapatos manchados de pisar viñedo, la pasión de este viticultor por su oficio es increíble. A los diez minutos estábamos sentados a una mesa con una copa de un vino que nunca habíamos probado, un cosecha que sólo elaboran para la provincia de Burgos y que nunca llega a Valencia.
Hablamos de muchas cosas, de cómo mantener un negocio familiar tantos años, del personal que tanto cuesta encontrar para trabajar, tanto en un sector como en otro, de la educación de los hijos, “el mejor regalo que le puedes hacer a tus hijos es educarlos y enseñarles que las cosas cuestan trabajo”.
También se unió a la conversación su hija Beatriz, a la cual todavía no conocíamos. Y surgió un tema de conversación tan apasionante como delicado: la transición en un negocio familiar. Así que sin más preámbulos y conociendo como conozco a Carmelo tantos años, me lancé a preguntarle cómo consiguió que sus hijas empezaran a dirigir el negocio familiar sin que saltaran chispas, a lo que Carmelo contestó con una calma y una sabiduría increíbles: “Mis hijas son más inteligentes que yo, y por lo tanto, sólo tuve que dejarlas trabajar”.
Escuchar esa frase a una persona con el carácter y la personalidad de Carmelo Rodero os puedo asegurar que impresiona más que su sala de barricas, que en gran porcentaje renuevan cada año.
A continuación Carmelo nos enseñó la bodega, que destaca sobre todo por su sistema único y patentado de vinificación por gravedad, sin bombeos.
Pero lo que más les gustó a los pequeños fue la embotelladora, precisamente estaban embotellando Carmelo Rodero 9 meses, y deleitarse en ver cómo se fusiona la tradición y la modernidad para embotellar cinco mil botellas a la hora es sencillamente impresionante.
La filosofía de la bodega nos encanta y nos sentimos muy identificados con ella: intentar hacer cada vez mejor las cosas y mantener la calidad siempre para que la satisfacción del cliente sea máxima.
Hoy nos sentimos un poquito más cerca de los vinos de Carmelo Rodero.