Hace apenas unas semanas, tuvimos el placer de visitar las bodegas de Roda y de Telmo Rodríguez, en La Rioja. La ocasión bien lo merecía, así que dejamos en casa cualquier tipo de expectativa para hacer una inmersión de las de verdad, a corazón abierto y paladar dispuesto.
En Roda nos recibió Agustín Santolaya, el director general de la bodega, quien recorrió junto a nosotros los viñedos y nos sorprendió con una comida en La Vieja Bodega, un maravilloso lugar de Casalarreina, muy cerca de Haro.
Roda tiene apenas 30 años de historia, la primera piedra se puso en el 87 y en el 90 empezó a elaborar vino. La primera añada data del año 1996 -jovencísima para ser una bodega de Rioja- y, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde entonces, bodegas Roda ha conseguido establecerse como uno de los principales referentes, con vinos de alta capacidad de envejecimiento.
El mismo equipo que puso esa primera piedra es el que hoy abandera el camino recorrido hasta aquí: Agustín Santolaya, Carlos Díez e Isidro Palacios, y eso se nota.
Las variedades de los vinos de Roda son tempranillo y graciano, en Rioja y tempranillo en Ribera del Duero, donde desde hace unos diez años elaboran corimbo.
Roda es la cultura del vino, la precisión y la rigurosidad. En sus comienzos fueron los auténticos revolucionarios de la época, trabajando las viñas más viejas y no empleando herbicidas. Hoy en día su producción aproximada es de unas 300.000 botellas al año, una tirada discreta, teniendo en cuenta que la producción total de DO La Rioja es de unos 300 millones de botellas año aproximadamente.
Tras la visita llegó la noche y con ella los vinos de Telmo Rodríguez y con Telmo Rodríguez. El restaurante Echaurren (Ezcaray) fue el lugar en el que cenamos y brindamos -un lugar maravilloso, por cierto-. Telmo es un purista, un soñador con los pies en la tierra, un rebelde con muchísimo criterio en el mundo del vino. Su bodega, Remelluri, es la bodega familiar pero este emprendedor incansable, tiene ocho proyectos más, mayoritariamente por el noroeste de España.
La obsesión de Telmo es recuperar los mejores viñedos perdidos: «el futuro es el pasado. Nos decía que «debemos recuperar y/o mantener lo artesanal» y… claro, no podíamos estar más de acuerdo con ese concepto. Al día siguiente nos sumergimos con él en su Remelluri, donde está reconvirtiendo sus viñedos de espaldera a vaso (a pesar de que las autoridades subvencionan lo contrario), «un vino del cual se elaboran más de 60.000 botellas no es artesanal, es industrial, no es una crítica, es la realidad», nos advirtió el bodeguero durante la cena.
A los pies del monte de Toloño, en el noroeste de la rioja alavesa, término de Labastida, se ubica hoy por hoy uno de los viñedos más slow o tradicionales de la DO, donde la vida se ve desde otro prisma: el del sosiego. Remelluri tiene 95 hectáreas de viñedo y ha pasado en los últimos años de una producción de 550.000 botellas a 280.000.
Conocer a Telmo nos hizo reflexionar, y estar en su bodega fue una reafirmación de nuestro concepto. Coincidimos en que la evolución de la cocina no debe menospreciar ni dejar a un lado las ricas recetas de toda la vida, así como la cocina de producto: sin enmascarar, sin trampa ni cartón. Sin duda, Remelluri fue un refuerzo en nuestra misión que nos empuja y nos alienta en el camino que decidimos seguir en El Gastrónomo, una vez llegados a la bifurcación a la que te lleva el paso del tiempo. Esta visita nos ha recordado que no desviarnos fue un acierto.