Hace poquito hemos aprovechado nuestro parón invernal para conocer más de cerca una de las viticulturas más sorprendentes y fascinantes que existen, por la increíble capacidad de adaptación tanto del hombre como de la propia viña a un paisaje de lo más inhóspito, y es que viendo el aspecto lunar del terreno nadie diría que es posible la vida, y la viticultura no sólo lo consigue sino que lo hace dando vinos de gran calidad.
A pesar de librar una gran batalla con la lava en busca de la tierra fértil, y de la escasez de lluvias (la pluviometría media anual es de 150 mm), la viticultura ha sido posible y el milagro se debe en gran medida a la llegada de los vientos alisios que condensan la humedad del océano sobre la porosa ceniza volcánica, que actúa a modo de esponja que retiene el rocío y se lo transmite a las parras durante el día.
En la viña han confeccionado hoyos de hasta dos metros de profundidad en forma de embudo en la capa de ceniza volcánica hasta llegar cerca de la tierra vegetal y en el fondo plantan de 1 a 3 vides por hoyo, construyendo para la defensa de las cepas del viento constante, muros de piedra en forma semicircular de 60 cm. de altura.
La viña, predominantemente Malvasía, está perfectamente adaptada al medio y da una uva pequeña, de escaso rendimiento, pero de gran calidad por su equilibrio, sabor y perfume.
Otras variedades que se elaboran en Lanzarote son: Listán Blanco, Moscatel, Diego, Burra Blanca, Breval, Pedro Ximénez, Listán Negra y Negramoll.